Negociaciones con el FMI, con las fichas puestas.

Con mucho tufillo electoral, las últimas semanas se vaticinaron tanto el caos económico de la Nación como también inversiones majestuosas para la patria. El dólar blue llegó a $200, se agitaron fantasmas de default mientras el gobierno negociaba con el FMI y el G-20 una deuda externa insostenible, y a la vez desde el oficialismo se anunciaban inversiones por US$ 8.000 millones en energías verdes.

El gobierno de Alberto Fernández volvió con buenas noticias económicas de las cumbres del G20 y el cambio climático. El comunicado del G20 en el que recomendaron al FMI “analizar la política de sobrecargos de deuda”, da -por lo menos en lo discursivo- respaldo al pedido de Argentina de generar más alternativas para renegociar plazos y tasas de deuda.

Con el pecho inflado y atento a cómo Guzmán se reunía en la embajada argentina en Roma durante 10 horas con funcionarias del FMI, el presidente Alberto Fernández, en la cumbre de Glasgow, pidió una vez más públicamente al Fondo más “flexibilidad” para pagar la deuda contraída por el anterior gobierno: “Argentina está renegociando un préstamo mayor al que el FMI destinó a todos los países del mundo para combatir la pandemia”, dijo el presidente.

A diferencia de lo que dicen muchos economistas, el gobierno argentino viene cumpliendo todos los pagos requeridos por el FMI para no entrar en default. A principios de mes, el ministerio que encabeza Guzmán dio a conocer un nuevo desembolso en intereses de deuda, señalando que la Argentina lleva pagados US$ 2.470 millones en intereses.

Este cumplimiento de pagos y las permanentes reuniones y comunicaciones que se tejen desde la cartera del Palacio de Hacienda con el organismo, hacen prever que se llegará a un acuerdo. Resuenan dos mecanismos técnicos para que Argentina estire los plazos: uno sería que el FMI otorgue un “waiver”, que suspende la ejecución por la interrupción de pagos por un plazo mientras siguen las negociaciones; la otra es un recurso llamado “stand still”, un pacto en el cual el FMI no ejecuta el default ni requiere pagos mientras se renegocian y reestructuran los pagos de deuda.

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