Así como logró buenas gestiones respecto de lo financiero y de lo crediticio, la Massa recibió su primera mala gran noticia: la inflación de agosto fue del 7% -más alto de lo que se esperaba- y los alimentos siguen creciendo por encima del aumento promedio general de precios.
La del mes de julio fue 7,4%, la inflación mensual más alta de los últimos 20 años. Después de la efímera gestión de Batakis, a la que el mercado financiero “se la llevó” del Ministerio de Economía con una corrida cambiaria donde el dólar blue llegó a venderse a $350 el 22 de julio, era esperable una inflación alta en julio; en agosto, no.
Las proyecciones de agosto eran de medio punto porcentual menos. La inflación interanual (entre agosto de 2021 y 2022) fue del 78,5% y en los ocho primeros meses del año acumula un 56,4% de aumento. Ni Guzmán, ni Massa han podido frenar el aumento de precios, sino muy por el contrario todo sigue aumentado.
El gobierno se ha reperfilado financieramente: canjeó vencimientos en pesos con éxitos, acordó con el FMI la segunda revisión del reacuerdo, destrabó préstamos con organismos internacionales, elementos importantes para las finanzas nacionales; ahora si no logra frenar la inflación peligra bastante su gobernabilidad local.
La inflación sigue golpeando con mayor fuerza a los sectores más bajos de la escala social: desempleados, empleados, emprendedores, PyMEs. Los sectores que reciben ingresos fijos mensuales son los más afectados por la suba de precios, pero no son los únicos. El crédito se viene encareciendo y, con una la tasa de interés anual efectiva a más del 100% que el Banco Central aumentará, será muy riesgoso de tomarlo para cualquier empresa.
La gobernabilidad fronteras afuera está garantizada. El Ministerio de Economía deberá moverse rápido si quiere llegar a fin de año sin conflictos en una sociedad argentina que siempre protesta cuando el bolsillo aprieta. Y ¡vaya! que está apretando…